Compré una manzanilla, un romero y unas suculentas para sembrar en las materas donde no parecía haber más que chamizos, piedras y tierra sin remover. A las plantas muertas las metí en la caneca de compostaje. “¿Estarán contentas de juntarse con desechos orgánicos?”, alcancé a preguntarme, y aún: “¿Se habrá evaporado ya su alma?”
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A los pocos días el romero empezó a secarse. Recordé uno de los experimentos mencionados en La vida secreta de las plantas (de Peter Tompkins y Christopher Bird), un libro publicado en 1973: Cleve Backster, un especialista en interrogación de la CIA, usó galvanómetros en la década de 1960 para medir la reacción de las plantas frente a diferentes estímulos. Según uno de los experimentos, estas desarrollan una relación tan cercana con sus dueños que reaccionan a sus emociones incluso a kilómetros de distancia. “Backster quiso comprobar si las plantas de una amiga suya seguían sintonizando con ella durante un viaje de más de mil kilómetros que iba a hacer en avión dentro del territorio de Estados Unidos. Valiéndose de relojes sincronizados, comprobó que las plantas manifestaban una reacción concreta y definida a la tensión emocional de su amiga cada vez que el avión descendía para aterrizar”.
No tenía mucho sentido pensar que la sequedad del romero tuviera que ver conmigo. La relación entre nosotros era demasiado reciente como para haber desarrollado vínculo alguno. Pero, al mismo tiempo, vaya uno a saber con qué heridas venía la planta. Tal vez fui muy seco con él. Después de reírme solo, decidí hablar con dos amigas que saben mucho más que yo de plantas –una de ellas dice incluso que cuando llega a un lugar nuevo siente cómo las plantas la llaman. Con ninguna mencioné el experimento de Backster para no complejizar la respuesta; quería algo concreto. Quería hablar de fertilizantes, luz, calidad de la tierra, temperatura, frecuencia de riego.
Me recomendaron que el romero reciba al menos seis horas de luz directa y poca agua. Lo puse cerca de una ventana y comencé a regar menos. A los pocos días de haber iniciado el nuevo tratamiento sigue seco, pero uno o dos brotes de pasto crecieron alrededor suyo. A la manzanilla le salieron hongos después de haber pasado los últimos días en un florero con agua. Las suculentas, en cambio, rozagantes, parecen estar disfrutando su vida.