La galardonada vocalista de jazz Roxana Amed presenta su nuevo álbum Todos los fuegos, una obra vibrante que fusiona su inconfundible voz y sensibilidad jazzística con composiciones icónicas del rock argentino. Acompañada por una formación estelar, Amed reimagina obras de leyendas como Charly García, Luis Alberto Spinetta, Fito Páez y Gustavo Cerati, trazando un puente entre la rica herencia del rock nacional y el lenguaje del jazz contemporáneo.
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Este álbum prácticamente representa en parte de lo que es la argentinidad. Porque bien pudo hacerle un homenaje a Gardel desde el jazz u otras miradas. ¿Desde qué punto construyó este trabajo?
Bueno, por un lado, tenía que ver con las cosas que yo misma como artista y como productora. Siento que tengo pendientes en mi checklist. Es decir, cosas que hay que hacer en la vida, esta era una. Como toda argentina, crecí escuchando esta música, como toda porteña además, esta música era la banda sonora del día a día.
A lo mejor en otros rincones argentinos la música folclórica tiene otro peso, pero para los porteños el rock fue la estructura de pensamiento cultural en todas sus formas, porque si empezamos por Sui Generis, hubo muchas bandas como un poco más folk y folk blues antes de que tomara forma Charly García como líder de la banda, y ahí se empezó a armar una estructura que además tenía esta maravilla y es que esto era música popular. No era música de nicho y no era música fácil, ni Spinetta ni Fito. Así que digamos que son músicas que tienen sus vueltas y que tienen su profundidad poética, o que tienen su impredecibilidad en algún punto o en la estructura rítmica o en la estructura armónica y, sin embargo, era música popular, la gente la conoce, la gente la cantaba, la gente creció escuchando eso. Entonces, por un lado, era mi necesidad de querer recordar de dónde vengo yo también. No vivo en Argentina hace 12 años, y esta es mi forma de volver, es mi forma de estar, es mi forma de no irme, es mi forma de hablar de lo que yo siento, que es uno de los grandes tesoros sudamericanos, que es el rock argentino, y no lo digo con ninguna postura, sino que realmente creo que el rock argentino ha prestado un lenguaje y un repertorio para muchos otros países y artistas latinoamericanos.
Debido a la naturalidad de las canciones, los arreglos debieron ser fundamentales, ¿cómo fue ese trabajo junto con Leo Genovese, y los demás músicos para cada canción y para darle la forma adecuada de su interpretación y tu visión de cada una de las canciones?
Fíjate que yo lo invité a Leo a ser parte del proyecto porque quería tener un argentino también, porque yo vengo haciendo música argentina todos estos años viviendo en Estados Unidos con músicos que no son argentinos. Entonces siempre hubo un proceso de algún modo traducir cosas, porque la gracia es que justamente ellos le puedan proveer a esa música su propia naturaleza musical, sus historias, su pasado americano o de donde sea que son.
Pero en este caso, me gustaría ver cómo funciona esto con otro argentino. Y Leo está también parado, como yo, entre los dos mundos, sin renegar de ninguno. Bueno, fue en octubre más o menos que hablé con él para empezar a decir qué te parece que hacemos esto y con los demás también, y entre octubre y noviembre nos dedicamos a transcribir todas las canciones y empezar a arreglarlas y empezar a grabar demos cada uno en su casa o donde sea que estábamos, de viajes. Grabamos el 2 y el 3 de diciembre casi todo el disco. Se terminó de grabar el 29 de enero con las canciones que arregló Marc Small y Martín Bejerano, que son Ciudad de Pobres Corazones, y las dos de Soda o de Gustavo.
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Al hacerle un paso a estas once canciones, la versión de Corazón delator (de Soda Stéreo) es evidente que hizo la canción suya, y no es un cover más…
Ese es el riesgo, porque muchas veces cuando la gente habla de ‘hay versión de jazz’, piensan que es porque es así como cool. Y esa canción en particular tiene un arreglo muy audaz, que fue muy difícil. Fue la canción más difícil, que es un arreglo de Martín Bejerano, que tiene los acentos puestos en otro lado. Hay como toda una inestabilidad que yo traté de que no se perciba, mientras estábamos todos cortando clavos, como decimos en Argentina. Pero definitivamente está llevado a un sonido que no es el cover. Creo que es el momento más extremo de todo el disco.
¿Siente que de alguna manera este disco ayuda a derribar esos prejuicios puristas de lo que es jazz y de lo que es rock?
Esas cajas, que es también comprensible que para un sello, para un diario, para un medio, incluso para algunos maestros, a veces la necesidad de ponerte en ciertos compartimentos, y suele pasar con el jazz que la primera apreciación que hay es “ah, bueno, pero el jazz es Frank Sinatra o el mejor de los casos Glenn Miller o Ella Fitzgeral”. Y en realidad hace décadas que el jazz ha estado metido en una mezcla con electrónica, con improvisaciones extremas, con una mezcla tímbrica de instrumentaciones, con cantantes que no cantan letras. Hace mucho tiempo que el jazz no es Sinatra y que más allá de que todavía hay algunos artistas que hacen jazz tradicional y tan hermoso que es ese género y una clase, vos vas a escuchar algo de Count Basie con Frank Sinatra y es una clase de swing.
Entonces, esa flexibilidad, esa versatilidad, esa apertura del lenguaje, es importante saber que más allá del repertorio y que hace mucho tiempo hace que los mundos convivan.
¿Todos los fuegos representa esa ‘garra’ argentina, la música o tiene que ver directamente en la inspiración con el libro de Cortázar?
Fueron ambas cosas. Por un lado, porque el fuego es una imagen asociada con esto salvaje que tiene el rock, porque el fuego destruye y el rock está muchas veces para destruir y generar nuevas estructuras, como el jazz. Por un lado, por eso, por la figura del fuego, porque además el fuego todo es uno, todos los fuegos el fuego. Si yo prendo fuego algo y después otra cosa y las junto es un fuego solo. Es una misma vertiente, es una misma fuente, es inasible, es imposible definirlo con una sola imagen, es permanentemente cambio y todo eso me parecía una imagen que yo asocio con el jazz y con el rock. Y como tengo mi sensibilidad por la literatura, yo tuve incluso mi carrera en la literatura y con un posgrado en la literatura latinoamericana, siempre me pareció que estaba implícita otra parte que es el fuego.