El asesinato de Yesica Paola Chávez ha dejado una profunda huella de indignación en Colombia. La mujer, una reconocida estilista emprendedora en Bogotá, fue víctima de un feminicidio perpetrado por su expareja, Andrés Julián Mesa Ramírez, quien vestía de civil cuando ingresó al salón de belleza donde ella trabajaba y le disparó en múltiples ocasiones antes de atentar contra su propia vida.
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Este no fue un hecho aislado ni inesperado. Familiares de la víctima han denunciado que Yesica Chávez había solicitado ayuda a las autoridades en repetidas ocasiones. Advirtió que estaba siendo acosada y que temía por su vida. Sin embargo, a pesar de haber interpuesto medidas ante la Fiscalía, nunca recibió una respuesta efectiva por parte del Estado.
Autoridades ignoraron repetidas solicitudes de protección de Yesica Chávez, asesinada por su expareja policía
“Tengo entendido que nunca le prestaron apoyo”, denunció Lina Marcela Chávez, hermana de la víctima, en entrevista con Citytv. Según su testimonio, Yesica había solicitado una medida de aseguramiento contra el uniformado por antecedentes de violencia intrafamiliar, pero las autoridades no tomaron acciones concretas para garantizar su protección.
La historia de terror vivida por Yesica Paola Chávez se intensificó semanas antes de su asesinato. Tras terminar la relación con Mesa Ramírez por su conducta posesiva y celosa, el hombre desarrolló una obsesión enfermiza. El entorno cercano de la víctima asegura que el policía la vigilaba, la llamaba insistentemente y había llegado a publicar mensajes inquietantes en redes sociales.
Martha Ávila, otra hermana de Yesica, contó en el pódcast Conducta Delictiva que el día del crimen, el agresor ya había dado señales de lo que planeaba hacer. Publicó historias en redes sociales, entre ellas una fotografía bebiendo licor con la palabra “Lucifer”, lo que para la familia fue una clara señal de sus intenciones.
Horas antes del asesinato, Martha se comunicó directamente con Mesa Ramírez para pedirle que dejara de acosar a Yesica. Él había insistido en verla y hablar con ella, usando como excusa a la hija que tenían en común. “Solo le pedí que respondiera por la niña y dejara en paz a mi hermana”, relató.
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Sin embargo, la advertencia fue ignorada. A las 7:30 p.m., el hombre volvió a llamar a la hermana de Yesica preguntando por su hija. Poco después, se comunicó con la menor para pedirle perdón. Era el último acto antes de dirigirse al salón de belleza y cometer el feminicidio.
La cadena de hechos evidencia una falla estructural del sistema de protección a las mujeres en Colombia, especialmente en los casos donde los agresores son parte de las instituciones. Mesa Ramírez era un policía activo, lo que para muchas víctimas representa un obstáculo adicional al momento de denunciar.
Los familiares de Chávez insisten en que su muerte pudo evitarse. Las señales estaban ahí, las denuncias también. Pero el silencio institucional fue más fuerte que las súplicas de auxilio. Hoy, su caso es símbolo de la lucha contra la impunidad en los casos de violencia de género, y pone en evidencia la necesidad urgente de fortalecer los mecanismos de atención y respuesta para proteger a las mujeres en riesgo.
Yesica Chávez no fue escuchada. Su historia, lamentablemente, se suma a las de tantas otras mujeres que, aun alertando del peligro, fueron silenciadas por la inacción estatal.